Los diccionarios y el lenguaje artístico son limitados. Cuando se busca la definición de “retablo”, encontramos que se trata de una obra arquitectónica, realizada con pinturas y esculturas, que se colocan detrás de un altar; o que se trata de un conjunto de figuras pintadas o de talla que representan, en su conjunto una historia o suceso. Diccionarios y léxicos nos dicen poca cosa más; nada más que un detalle de su origen y evolución, pero no nos dicen lo que el retablo es en la actualidad.
Para encontrar sus orígenes, hemos de remontarnos a la época medieval. Se dice, que en el Taller de Giotto, y también entre los pintores, empezaron a utilizar el temple de huevo, además de la utilización de panes de oro y plata, a finales del Siglo XV.
Hoy en día, en las escuelas de Artes y Bellos Oficios, se continúa enseñando la técnica del retablo, pero su definición se ha quedado obsoleta. Perqué para muchos, el retablo consiste en pintar sobre madera con pintura de huevo, pero no se tiene presente que eso que en realidad le da su diferenciación es la aplicación del oro y de la plata como elemento pictórico.
Pero la pervivencia de las técnicas por si mismas tiene un interés relativo: en el momento actual hace falta tenerlas presentes en los lenguajes de hoy en día. Este es el reto del retablo, como ha estado el reto de todas las técnicas tradicionales, des del tapiz hasta la joyería: unas han sabido adaptarse a las nuevas exigencias, mientras que otros siguen con un regusto arcaico
La vieja técnica de los Retablos, es decir: la pintura que tiene como característica principal la combinación del color con los dorados, se ha apartado de lo tradicional y conocida servitud iconográfica religiosa, para convertirse en un procedimiento capaz de ser utilizado por la creación de obras, perfectamente introducidas dentro de la expresión plástica más actual.